viernes, junio 14, 2013

alma de cowboy

yo era solo un pobre perdedor,
infeliz con alma de cowboy
y, cuando te vi, cambió mi suerte...
tú eras la más guapa del Oeste
y no supe decir no...

siempre eras el centro de atención,
todos los muchachos del Salón
bailaban al ritmo de tus balas...
a veces los besos se disparan,
y apuntan al corazón...

reina de los clubes de extrarradio,
lolita armada con pintalabios...
y zapatos de tacón...

eres solo un tren que se me fue,
te he olvidado con otra mujer,
cosí tus ausencias a balazos...
maté tu recuerdo a cañonazos,
ahora no quieras volver...

todas las tardes, al caer el sol,
me batía en duelo por tu honor,
y ahora todos tiemblan si me nombran...
más rápida que mi propia sombra
y con más muescas que un colt...

me volviste un fuera de la ley,
te perdió la pista el pony express,
y ahora solo el croupier me da cartas...
guardas siempre un as en cada manga,
porque no sabes perder...

nunca  hacías disparos de advertencia,
un día subiste a una diligencia
para desaparecer...

eres solo un tren que se me fue,
te he olvidado con otra mujer,
cosí tus ausencias a balazos...
maté tu recuerdo a cañonazos,
ahora no quieras volver...







irrumpiste en el saloon abriendo las dos puertas de un golpe. tu silueta se dibujaba a contraluz y los presentes te buscaron con la mirada.  todos se detuvieron, y hasta el pianista dejó de tocar, como advirtiendo el peligro de tu llegada.
en la barra el camarero, limpiaba los vasos. pero en cuanto te acercaste a él se apresuró a servir tres golpes de tequila... 
entonces, decidí que no iba a abandonar la partida. volví a mirar las cartas, y de pronto una pareja de reyes no me parecía tan mala mano. así que me la jugué. veo tus diez y subo otros veinte. y mira por dónde, me salió bien. 
recogí las ganancias y me dirigí a la barra. aparté dos buitres que te sobrevolaban y me pedí un trago, y "otro de lo que esté bebiendo" para la señorita. tú me diste las gracias con un movimiento de cabeza y apartaste la mirada, pero te quedaste cerca, dejándote querer. recogiste el vaso con la mano izquierda, cerraste los ojos y lo apuraste de una.

en aquel momento no supe verlo. siempre que ganas una partida al poker tienes esa sensación de que eres invencible. no distingues el miedo en los rostros que te rodean, y no haces caso de las advertencias del ciego de la entrada, que sí pudo verlo: el peligro en cada gesto tuyo que me hipnotizaba, en las medias que adornaban tus encantos. el revolver de dos balas del calibre 22 que escondías bajo tu falda...

tú me contaste tu vida en aquel bar, y yo me creí hasta el último trago de amargura de tu historia. y bebí hasta alcanzarte, para gastarme contigo cada centavo que gané aquella noche.

recuerdo que seguí pagando rondas. pasaron las horas y la gente fue abandonando el lugar y volviendo para sus madrigueras. recuerdo su gesto, que entonces creí envidia por el que se lleva la chica, pero ahora sé que eran miradas de advertencia. recuerdo que te ofrecí mi mano para bajar las escaleras de la entrada y que me agarraste fuerte, como buscándome (pensé), como si necesitaras que yo te acompañara a casa aquella noche. agarraste mi mano como si quisieras que me sintiera fuerte, importante. invencible.

me despertó la ventana abierta golpeada por el aire de la madrugada. tú ya te habías ido. apenas me dejaste la arena del desierto, el dolor de cabeza por los tragos a destiempo y los recuerdos que llegaban como golpes, repasando cada momento desde que entraste en mi vida y en ese bar. ya no tenía dinero. ni chica. 

y ahí fue cuando aprendí la lección: 

nunca bajes la guardia. 

nunca pierdas de vista a tu adversario. 


nunca le des la mano 

a un pistolero zurdo




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